Revista Noche y Niebla Nº 59

Por: Banco de Datos de DD.HH. y Violencia Política

Periodo: 1 de enero a 30 de junio de 2019

La “democratización” del Genocidio

Echar una mirada de conjunto a nuestra historia republicana “democrática”, lleva a descubrir los parámetros de una “democracia genocida” y a asistir a un proceso taimado de democratización progresivamente refinada del Genocidio. En largos períodos aparecerán responsables evidentes del crimen, en otros, la omisión y la responsabilidad de mando impedirían la impunidad de un crimen tan horrendo y tan englobante, pero justamente la responsabilidad de mando ha sido neutralizada por los actuales poderes, en la discusión sobre los alcances constitucionales de la JEP, para que pueda seguir funcionando la democracia genocida, incluso dentro de los logros más publicitados del “Acuerdo de Paz”· Los imaginarios del Genocidio han estado asociados, ordinariamente, a matanzas de grandes proporciones numéricas que toman como objetivo colectivos humanos identificados con rasgos comunes, ya sean raciales, étnicos, religiosos, ideológicos, culturales o políticos. El derecho internacional restringió el concepto, en la Convención de 1948, a grupos de tipo “nacional, étnico, racial o religioso”, suprimiendo o no mencionando los grupos de tipo “político” que habían sido incluidos en la Declaración previa, condenatoria del Genocidio, emitida por la Asamblea General de la ONU en 1946 1 . Sin embargo, la característica de un grupo nacional, incluido en la Convención, cuya destrucción total o parcial entra en la definición convencional del Genocidio, no limitando éste a la matanza física de miembros del grupo sino extendiéndolo a la “lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo” y al “sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial”, son precisiones que demarcan un concepto más amplio del Genocidio, más allá del imaginario mediático. Durante el primer semestre de 2019 el Banco de Datos documentó 643casos nuevos y 63 casos de años anteriores. De los casos nuevos, 446 refieren a violaciones a los DD. HH.; 150 a infracciones al DIHC, y 630 a la violencia político social. En cuanto a violaciones a los derechos humanos, el departamento más afectado fue Cauca con 314 casos, Norte de Santander con 147, Nariño con 108, Antioquia con 105 y Valle del Cauca con 100

Antioquia: la guerra en desarrollo

En Antioquia solo en el primer semestre de 2019 la revista Noche y Niebla, registró 105 casos de violaciones a derechos humanos en esta región, de los cuales en En Antioquia solo en el primer semestre de 2019 la revista Noche y Niebla, registró 105 casos de violaciones a derechos humanos en esta región, de los cuales en 39 casos se conoció que los responsables de los hechos violatorios fueron grupos paramilitares Según cifras del Observatorio del nivel de riesgo a la labor de defensores y defensoras de derechos humanos de la Fundación Sumapaz y la Corporación Jurídica Libertad, entre enero de 2016 y el 8 de julio de 2019, ocurrieron en Antioquia 1.068 agresiones. El 20% de éstas en el Bajo Cauca. Lo ocurrido en este departamento se suma a la grave situación que se registra en el resto del país para 2019, que deja un saldo de 643 nuevos casos registrados de violaciones de derechos humanos, infracciones al Derecho Internacional Humanitario Consuetudinario y Violencia Político Social. En Antioquia solo en el primer semestre de 2019 la revista Noche y Niebla, registró 105 casos de violaciones a derechos humanos en esta región, de los cuales en 39 casos se conoció que los responsables de los hechos violatorios fueron grupos paramilitares Según cifras del Observatorio del nivel de riesgo a la labor de defensores y defensoras de derechos humanos de la Fundación Sumapaz y la Corporación Jurídica Libertad, entre enero de 2016 y el 8 de julio de 2019, ocurrieron en Antioquia 1.068 agresiones. El 20% de éstas en el Bajo Cauca. Lo ocurrido en este departamento se suma a la grave situación que se registra en el resto del país para 2019, que deja un saldo de 643 nuevos casos registrados de violaciones de derechos humanos, infracciones al Derecho Internacional Humanitario Consuetudinario y Violencia Político Social.

Puede leer el informe aquí:

Revista Noche y Niebla Nº 57

El número 57 de Noche y Niebla está dedicada al departamento de Norte de Santander, en especial a las zonas de El Catatumbo y el área metropolitana de Cúcuta, por lo que, además del panorama nacional de derechos humanos, se presentan dos artículos referidos al contexto de violencia en dichos lugares. Todo realizado en estrecha colaboración y articulación con organizaciones regionales como la Fundación Progresar y el Comité de Integración Social de El Catatumbo, Cisca, conocedoras de la crisis humanitaria en Norte de Santander originada por la presencia de múltiples actores del conflicto armado interno colombiano.Leer revista completa

Revista Noche y Niebla Nº 56

El Banco de Datos de Derechos Humanos y Violencia Política del  Cinep/PPP ve con preocupación las sistemáticas violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario en Colombia y alertan sobre el riesgo que representa para la vida y la garantía del derecho a defender el aumento de las amenazas de grupos paramilitares en contra de líderes sociales y defensores de DD.HH. que luchan por la tierra. Asimismo, advierten sobre el accionar paramilitar y la relación de algunas empresas con victimizaciones a las comunidades. Preocupación que surge del compendio de casos presentados en el Nº 56 de la revista Noche y Niebla que recoge la cronología de casos documentados entre julio y diciembre de 2017. Leer revista completa

NO SON LÍOS DE FALDAS, SON LÍOS DE TIERRAS

SITUACIÓN DE DERECHOS HUMANOS Y DIH EN COLOMBIA
INFORME AÑO 2017

3 de mayo del 2018

La paz no es un tratado laminado en blanco y negro ni se hace de un golpe; es un estilo de vida, de vida alegre y amable, es una construcción a la que hay que dedicarle la existencia.
Pero es la única forma de vida que vale la pena.
Alejandro Angulo Novoa, S.J.
 

El Centro de Investigación y Educación Popular / Programa por la Paz (Cinep/PPP) es una institución que desde 1972 aborda con una mirada crítica y alternativa el análisis de la realidad colombiana fundamentada en la producción sistemática de información, en la reflexión con rigor investigativo, en las propuestas de educación popular para el fortalecimiento de las organizaciones y las comunidades y, en una acción de incidencia intencionada en lo público.

Desde una opción preferencial por las comunidades, hombres y mujeres excluidas y víctimas de la violación de sus derechos fundamentales, el CINEP/PPP anima el cambio social a partir de las orientaciones de la Compañía de Jesús en Colombia.

CINEP/Programa por la Paz presenta este balance de la situación de violaciones a los DD.HH. y al DIH en el territorio nacional a la opinión pública como servicio a las víctimas en un ejercicio de recuperación de la memoria de los sufrimientos del pueblo colombiano, con la esperanza de contribuir en la construcción de una Colombia diferente, justa, sostenible y en paz.

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Revista Noche y Niebla Nº 54

El paramilitarismo SÍ existe.

El CINEP/Programa por la Paz quiere llamar -de nuevo- la atención sobre la expansión del paramilitarismo en Colombia, el cual se expresa mediante la sistemática violación a los derechos humanos contra líderes sociales, políticos y defensores de derechos humanos. Esto a pesar de que el ministro de defensa Luis Carlos Villegas, negó enfáticamente la existencia de grupos paramilitares en el país: “No hay paramilitarismo. Decir que lo hay significaría otorgarles reconocimiento político a unos bandidos dedicados a la delincuencia común u organizada[1].

El Banco de Datos de Derechos Humanos y Violencia Política ha registrado un incremento de víctimas de amenazas por parte de grupos paramilitares.  Durante 2016 se registraron 395 amenazas; 83 ejecuciones extrajudiciales; 44 personas heridas; 9 personas fueron desaparecidos y 12 más torturadas.
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[1] El Tiempo en su edición del 11 de enero de 2017

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Revista Noche y Niebla Nº 55

El Cinep/Programa por la Paz y el Banco de Derechos Humanos y Violencia Política ven con preocupación las sistemáticas violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario, así como el preocupante incremento de las amenazas por parte de grupos paramilitares en contra de líderes sociales, campesinos y organizaciones de derechos humanos que trabajan por la paz en Colombia.

  • En el primer semestre del 2017 se le atribuye a los paramilitares un total de 389 victimizaciones y 484 victimizaciones a actores armados no identificados.
  • Comparado con el primer semestre del 2016, este periodo en 2017 registra un incremento del 26% respecto a victimizaciones cometidas por paramilitares, y una leve disminución del 2% en cuanto a victimizaciones de autores no identificados.
  • Como violencia político-social se catalogan los crímenes cometidos contra personas con participación en procesos políticos, pero cuyos presuntos responsables se desconocen. En el primer semestre del 2017 se registraron un total de 482 victimizaciones de este tipo, de las cuales, 83 ocurrieron el departamento de Nariño. De estas, 63 tuvieron lugar en el municipio de Tumaco. Leer revista completa [PDF]

Qué es el Banco de Datos de Derechos Humanos y Violencia Política

Desde hace décadas, los niveles  de violencia en Colombia han sido alarmantes. Algunos períodos han sido de gran intensidad de violencia política y sobre todo de aquella que se origina en el mismo Estado como mecanismo de represión a los movimientos sociales, como fue, por ejemplo, la desatada por el Estatuto de Seguridad (Decreto 1923 de 1978).

Paradójicamente, las primeras conversaciones de paz entre el gobierno y las guerrillas en la administración Betancur (1982-86) activaron de una manera desbordada las estructuras paramilitares, dando pie a que los niveles de violencia política a partir de 1985, llegaran a topes escandalosos, incluyendo los procesos de genocidio y exterminio de fuerzas políticas como la Unión Patriótica y otros movimientos, sindicatos y partidos. Justo en esa coyuntura, surgió la idea de crear un banco de datos para de alguna manera, sistematizar la información sobre las violaciones más graves a los derechos humanos. Ya que nadie estaba procesando esa información y no se tenía ninguna visión de conjunto de lo que estaba ocurriendo.

Asimismo, hay que tener en cuenta que, desde 1979 en adelante, estaba creciendo la sensibilidad de muchos sectores democráticos frente al deterioro de los derechos fundamentales de los colombianos. A ello contribuyó el Foro Nacional por los Derechos Humanos, convocado por el ex Canciller Alfredo Vásquez Carrizosa en 1979 y gracias a los informes de las misiones de observación a Colombia, hechos por Aministía Internacional y por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en 1980.

Así pues, al ser creada la Comisión Intercongregacional de Justicia y Paz, a finales de 1987, como parte integrante de la Conferencia de Religiosos de Colombia, se diseñó, junto con el CINEP, un Banco de Datos de Derechos Humanos para responder a una de las necesidades apremiantes, que el campo de la defensa de los derechos humanos estaba revelando como una necesidad urgente, la información y la denuncia. En abril de 1988 comenzó a editarse el boletín trimestral titulado «Justicia y Paz», como medio de divulgación y denuncia de los atentados más graves contra la vida y la dignidad humana, que se perpetraban en Colombia. Dicho boletín siguió editándose cada tres meses hasta junio de 1996, cuando el Banco de Datos entró en una etapa más tecnificada.

En efecto, las categorías utilizadas entre 1987 y 1996 fueron menos técnicas y se apoyaban en una lectura más sociológica de los hechos. El criterio adoptado era recoger y sistematizar toda la información dispersa en medios de comunicación y en denuncias directas, escritas u orales, de organizaciones, familias y entornos sociales de las víctimas, para presentarla al país y al mundo. No como casos judiciales fallados, sino como una primera alarma humanitaria de lo que se pedía que fuera investigado y sancionado. Es sabido que, la impunidad proverbial que afecta a Colombia ha dejado decenas de miles de casos en la impunidad absoluta. Por ello, surgieron dentro del mismo Banco de Datos y sus entidades patrocinadoras (CINEP y JUSTICIA Y PAZ), inquietudes sobre evaluaciones más técnicas de los hechos, que hicieran uso de los instrumentos jurídicos internacionales ya existentes.

Luego de las búsquedas y de opciones divergentes, se elaboró un Marco Conceptual más técnico en 1996, lo que dio pie para iniciar una nueva etapa con una nueva publicación llamada Noche y Niebla[1], que se inicia en julio de 1996.Dicho Marco Conceptual integró las dos inquietudes de fondo que se debatían en el Banco de Datos, por una parte, el deseo de una mayor rigurosidad jurídica, la cual podría lograrse por el recurso a los órdenes jurídicos que la comunidad internacional había elaborado para hacer operativos los derechos humanos y para regular los conflictos armados, salvaguardando principios humanitarios fundamentales. Y por otra parte, el deseo de no desechar informaciones precarias que logran saltar las barreras de muchas censuras, presiones y temores, pero que siguen siendo muy limitadas y que, sobre todo, dejan en la oscuridad la identidad de los victimarios aunque revelan indicios de móviles políticos.

Así pues, para satisfacer la primera inquietud, se comenzó a utilizar el instrumental del Derecho Internacional de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario(DIH), como normatividad internacional adoptada por la Organización de Naciones Unidas. Para satisfacer la segunda inquietud, se abrió un buzón de “Violencia Política y Social”, en el cual se han seguido consignando los casos que no cuentan con evidencias que apunten a una autoría determinada, pero sí con unos indicios que permiten detectar algunos móviles políticos.

Aunque las opciones asumidas allanaron numerosas dificultades, no se puede decir que constituyen soluciones definitivas y satisfactorias. Los géneros de violencia que se dan en Colombia, que se entrecruzan dando origen a muchas otras modalidades, no se dejan caracterizar fácilmente. Además, el tipo de conflicto armado que se ha ido configurando en Colombia desde los años 60, desborda en gran medida los parámetros con los que la comunidad internacional ha tratado de sistematizar, interpretar y normar el conflicto entre la eficacia y la ética que enfrenta toda guerra.

Somos conscientes de que, al utilizar las Convenciones de Ginebra y de La Haya para tipificar conductas referidas a la guerra interna, nos colocamos en marcos muy alejados del modelo de guerra que en la cruda realidad conducen los polos contendientes en Colombia: el Estado y la Insurgencia. Ya que, por una parte, el Estado finge conducir una guerra contra rebeldes armados, mientras sus mismos documentos secretos revelan que su guerra fue diseñada desde un comienzo y continuamente rediseñada para combatir a quienes piensan que el modelo económico político debería ser diferente. Y por la otra parte, la insurgencia no se ha rebelado contra ningún ejército, ni gobierno, ni busca apoderarse de territorio alguno, sino que quiere desmontar un modelo de sociedad discriminatoria, desde posiciones de enorme desventaja militar, lo que conduce a utilizar estratagemas difíciles de enmarcar en normas pensadas para otros modelos de guerra.

La circunstancia de que en 2005 el Comité Internacional de la Cruz Roja(CICR) haya hecho público, luego de una década de intensos trabajos solicitados por conferencias internacionales, una compilación rigurosa del Derecho Internacional Humanitario Consuetudinario(DIHC), ha motivado una nueva revisión y actualización del Marco Conceptual. En efecto, en 1996 habíamos utilizado los Convenios de Ginebra de 1949 y de sus Protocolos de 1977, con el fin de tipificar, con sus definiciones, todas las infracciones al Derecho Internacional Humanitario en medio de nuestro conflicto armado interno.

Por ello, nuestras interpretaciones no dejaron de ser polémicas, pues, siempre sostuvimos, con fundamento en los mismos Convenios, que en un conflicto armado como el colombiano se debían aplicar todas las normas de los cuatro Convenios y de los dos Protocolos, y dejamos siempre abierta la crítica de que esa normatividad había sido pensada para guerras regulares y no para guerras irregulares como la que libra en Colombia. Ya que el Estado tiene una perversa doctrina militar de seguridad nacional, enfocada contra la población civil y con brazos paramilitares clandestinos, y por otra parte, están las guerrillas con su objetivo de desmontar un modelo social considerado antihumano.

No obstante todo esto, hicimos esfuerzos por adoptar el máximo de normas y categorías del DIHC. La Compilación del DIHC deja atrás las polémicas sobre cuáles normas son aplicables y cuáles no en un conflicto que no es formalmente internacional, campo de desgastante discusión, no solo con autoridades judiciales sino también con organismos internacionales. Gracias al documento del CICR del 2005, cuya versión en español fue publicada en 2007,  se hacen obsoletas muchas discusiones y repugnantes discriminaciones entre las víctimas. La autoridad del DIHC no emana ya de firmas y ratificaciones por parte de poderes estatales, sino que se apoya en un consenso generalizado – universal, rastreado en prácticas nacionales, jurisprudencias, tratados y convenciones, muchas veces refrendados, no por su acatamiento por parte de poderes estatales, sino porque el DIHC cuando es violado, ha generado protestas mundiales.

Finalmente, con un desfase de 10 años que nos permitió evaluar las conveniencias serenamente, en esta nueva versión del Marco Conceptual, realizada en 2016, cambiamos la calificación y codificación de las prácticas bélicas ilícitas dentro del conflicto armado interno, reformando completamente el capítulo 3, el cual compila los crímenes de guerra, no ya en referencia polémica al DIH sino al Derecho Internacional Humanitario Consuetudinario.


[1] El nombre de Noche y Niebla se tomó de un decreto de Hitler mediante el cual dio inicio a la práctica de desapariciones forzadas en Alemania, ordenando que la información sobre la suerte de las víctimas se perdiera entre la oscuridad y la neblina, como ocurre en Colombia.